Martes, 06 Mayo 2025
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TRANSPARENCIA E INSTANTE

 

 

  • Se olvidaron los hábitos que da la escuela, la ética, el civismo, el pensamiento libre y autónomo

 

Ignacio Ruelas Olvera

 

Aguascalientes, Ags, 06 de mayo de 2025.- (aguzados.com).- Es cierto que en el tema de transparencia se distorsionó por el desatino de la absolutez, tendencia totalitaria. En ello se afectó la política, la economía y, desde luego, las relaciones sociales y culturales. Se edificó como una serpiente amenazante sin posibilidad de diálogo.

Es decir, su ingeniería se levantó en el diseño del engaño al “Otro sin consideraciones éticas, morales, profesionales, hábitos educativos y culturales para actuar adecuadamente. En concordancia con Byung-Chul Han, “la transparencia se llevó a una forma de violencia simbólica, ya que reduce al ser humano a un elemento funcional dentro de un sistema”.

Se erigió en modo autoritario y se destruyó en absoluto. Los gobernantes de hoy pensaron en ejercer la transparencia en las oposiciones, controlar al “pueblo” a través de sus datos, sus patrimonios, sus expresiones…

Ahora la trasparencia está en el mismo escritorio, el derecho a la información queda a merced de los presuntos responsables. Se tergiversó trasparencia como solución a evasión de rendición de cuentas. Se promovió eficiencia y control, elemento funcional dentro del sistema, como lo anticipó Orwell en su novela “1984, el Gran Hermano”.

Se olvidaron los hábitos que da la escuela, la ética, el civismo, el pensamiento libre y autónomo. Se tomó transparencia como bandera democrática, sin las bases de la calidad terminó convertida en un panóptico de vigilancia y control de la persona y no de responsabilidades y recursos institucionales.

Sin fomentar la participación ciudadana se llevó la política al espectáculo, todo expuesto, sin nada transformador. La transparencia por sí sola no garantiza la discusión, el diálogo, la inclusión de voces diversas, ni la transformación de las dinámicas de poder existentes, se requieren hábitos deseables.

La narrativa engañosa, la corrupción, dijo el tabasqueño “… se barre, como las escaleras, de arriba hacia abajo…”, ¡no lo barrió!

La Ley General de Transparencia y Acceso a la Información Pública, no abordó las dinámicas de poder subyacentes. “Mísero detalle” por el que ninguna voz podrá solicitar, en su derecho, cuentas. “…la ley soy yo” … nos aplicó “la goebbelsiana” una y otra vez desde sus alboradas.

Nunca en siete años ha habido ejemplos concretos contra responsables de actos corruptos. Confeccionó una “transparencia performativa”.

La política posmoderna, efímera, irresponsable, imprudente…, está ligada a la tergiversación de la idea del tiempo, se le interpreta a modo de los factores de poder. El padecimiento del instante ha fraccionado nuestra percepción del tiempo. El tiempo no se acelera dado que no existe, los seres somos EL tiempo, la política posmoderna produjo una disincronía, afecta a las relaciones con “el mundo de la vida”, una dispersión temporal donde cada instante es igual al otro, sin ritmo ni rumbo, una pérdida del sentido de la vida.

La tecnología que puso el instante en el cuenco de las manos, en esa fragmentación se perdió el tiempo narrativo lleno de sentido, transitado a un ahora fragmentado y vacío. En ese pantano se queda la transparencia, desató corrupción divorciada del cumplimiento de la norma y comportamiento de virtudes; perdemos la vida como algo significativo y conectado.

La fórmula aplicada: ser transparente discursivo, sin rendición de cuentas. Sobre la aplicación de los impuestos como presupuesto nacional nada podremos saber al estar ocultos por “razón de seguridad nacional”.

Demos crédito a las enseñanzas de Nietzsche y Heidegger, la temporalidad se viste activa cuando lleva a su lado la vida reflexiva. La crisis temporal contemporánea es el tiempo perdido, su capacidad narrativa, su sentido y profundidad.

Heidegger, por su parte, consideró el tiempo como una relación auténtica del ser y la anticipación de la muerte que da sentido a la existencia; empero, en este tiempo político es solo un instante más dentro de un tiempo vacío y acelerado.

Perdimos la consideración del tiempo como algo significativo con un sentido de continuidad y propósito. Padecemos crisis del tiempo, vivimos el instante, un presente constante y superficial, una falta de sincronía con un tiempo más profundo y significativo que afecta nuestra capacidad de contemplación y conexión con el mundo.

En ese sentido efímero no hay razón para rendir cuentas, el patrimonio y la hacienda pública son afectados nos arengan “por voluntad del pueblo”, sin rendición de cuentas, es “razón de seguridad nacional”.

El tiempo debe recuperar su relación reflexiva que genera sentido, debe dejar de ser un recurso de productividad sin transparencia. Se pierden “partichelas” de los equilibrios y las autonomías, la división de poderes es concierto de una sola voz.

Perdemos relación con nuestras culturas y con nosotros mismos, el futuro pierde autenticidad, nos impiden decisiones colectivas sensatas sobre el destino político. El pasado lo condicionan en personajes con los que se mimetizan gobernantes; el presente se pierde en el instante, se tropieza con las palabras y las cosas, perdemos nuestra actuación social.

Nuestro instante político no es transparente.

 

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